miércoles, 7 de noviembre de 2007

Sigo con las dificultades crónicas y mi opinión de hoy se ha perdido. Decía que según pasan los años y tenemos más experiencias deberiamos sentir con más urgencia la necesidad de aceptar la invitación. En realidad, se trata de nuestra capacidad de encontrarnos con el señor y y de introducirle en nuestra vida.
Me gustaría comentar algo a propósito de la presentación de las Obras Completas de Azaña. Será en otra ocasión.

5 comentarios:

Nacho dijo...

¿Cómo?
¿Cómo podemos introducirlo en nuestra vida si no admitimos su mensaje y esperamos que se nos presente como y cuando deseemos?
Es arduo oir a Cristo dirigirnos las palabras del evangelio de hoy y saber que cada paso junto a Él es una renuncia.

Lo que me resulta claro es que mientras busquemos un traje a la medida no sabremos como introducir a Dios en nuestra vida.

A propósito de la coda final de tu comentario, Juan Mari, me queda la duda de saber si querrías hablar de Azaña o de algo que se haya dicho en la presentación de ayer de las Obras Completas de Manuel Azaña.

Un fuerte abrazo

Nacho

juan mari dijo...

Las dos cosas. Leí hace muchos años las obras de Azaña y me encantó su lenguaje y los comentarios de su diario, aunque no me atrajo el personaje. De todas maneras, encontré en él una de las causas del fracaso de la República. Su arrogancia y su intolerancia en tantas ocasiones no llevó, precisamente, al diálogo y a la comprensión del otro. En la presentación de ayer observé los vicios del político y la mayor ecuanimidad de los historiadores. De todas maneras, me llama la atención el interés por volver a Azaña. Gracias a Dios, la España de hoy se parece poco a la de 1931 y creo que resulta más operativo encontrar ejemplos en la actualidad. Es verdad que no tenemos muchos líderes, pero tampoco lo fue Azaña y, en cualquier caso,no nos sirve mucho.

Nacho dijo...

Coincido contigo en la mayoría de las apreciaciones, lo que me resulta especialmente grato, pues, al menos en la sintonía, puedo alzarme a compartir tu sabia opinión.

Creo que el recurso a Azaña es un síntoma del complejo de inferioridad democrática que todavía no hemos podido sacudirnos. Por su culpa acudimos a un personaje brillante como escritor, solvente como intelectual y sectario como político.
Creo que Azaña tenía un concepto de España solvente, sin embargo su soberbia y su arrogancia le impidieron trabajar por una sociedad abierta y posible.

Quizá esta España no sea la de 1931, pero los vicios políticos nos la recuerdan peligrosamente.

Un abrazo

Nacho

Peregrino dijo...

Yo leí hace años los diarios de Azaña, y recuerdo su fácil prosa, pero como político al uso engreída y desgraciadamente errónea (bajo mi humilde opinión).
Lamentablemente no tuvimos, ni tenemos ahora, políticos de altura que nos gobiernen. Ayer encontré uno, más bien reencontré uno, al menos en su pronunciamento general (otra cosa a veces son los matices de su política micro, sus debilidades humanas, su egoccentrismo): Don Alberto Ruiz Gallardón nos dio ayer en la comida en CEIM la mejor imagen de un posible presidente para España que se puede tener, con propuestas claras, contundentes, y por qué no decirlo, valientes. Ojalá que algún día llegue a ser presidente, y que cuando lo sea lo haga con el mismo espíritu de ánimo que el discurso que nos dio ayer, sin dejarse llevar por mezquindades y excesos de poder al uso.

Como dice Juan Marí, este puede ser un buen post separado.

Cami dijo...

Inauguro mi participación en este blog para disentir de vuestras opiniones, al menos y por ahora de las políticas.
Y es que una persona como Gallardón, que dice a cada uno lo que quiere oir para finalmente poder auparse al poder, me parece como mínimo peligroso, porque no actuará como tu esperas, o como te ha prometido que lo hará, sino como le convenga en cada momento para mantener su puesto y ahí te sentiras traicionado.
Y de aquí uno este comentario a una reflexión que escuché o leí de Benedicto XVI, en el sentido de que la Iglesia, sera minoritaria en el futuro y que perderá parte de su influencia, pero que este hecho no nos tiene que asustar, porque ante todo debemos mantener nuestros principios, valores y creencias, aún y cuando estos no sean "populares" para el resto de la sociedad.
Esta reflexión nos debe guiar no solo en nuestra vida religiosa, sino en todos los ámbitos de nuestra vida