domingo, 21 de noviembre de 2010

Los cristianos sufren

http://www.elpais.com/articulo/opinion/defensa/cristianos/elpepusocdgm/20101121elpdmgpan_1/Tes

Sobran las palabras.

domingo, 11 de abril de 2010

Judas Iscariote

Durante el primer trimestre del año, nos heos desayunado casi cada día con diferentes casos de abusos y pederastia perpetrados por sacerdotes y aparentemente consentidos por sus obispos.

Terreno propicio para aquellos que hacen del anticlericarismo su razón de ser, abonado por la difícil respuesta, en tiempos y formas, de nuestra jerarquía. Los laicos, como hacemos en el resto de nuestra actividad en la sociedad civil, nos contentamos con observar el acoso y derribo al que se hayan sometidos nuestros jerarcas, si no permitimos que el trabajo de los acosadores drene nuestra ya de salida menguada confianza en los mismos.

Lo que nos jugamos en este envite no es la cabeza de uno o varios obispos. Estoy seguro de que los responsables actuarán en consecuencia, y que esta actuación no será espectacular, como demandan siempre los medios de comunicación. Como muchos, desconozco el porqué no se ha actuado con contundencia en el pasado, de manera que se hubieran evitado los lodos de hoy. Somos vasijas de barro, y los sacerdotes y obispos también, de eso no cabe duda. Pero se ha tratado de hacernos creer que no lo eran, y de ahí la sorpresa e indignación. La educación de los niños ha sido una de las grandes tareas asumidas por la Iglesia católica. Desconozco el porcentaje de satisfacción de esta ingente obra social, pero me atrevo a situarlo en cotas muy elevadas. Siendo dramático la existencia de estos casos, intolerables sin ningún género de dudas, parece cuando menos poco razonable que los ataques furibundos de los medios anticlericales pretendan poner en cuestión una historia de siglos, que continúa siendo terriblemente necesaria hoy.

Lo que nos jugamos es la presencia del mensaje de Jesús en nuestras sociedades. Nos declaramos cristianos por seguir a Cristo, y es obvio que entre sus primeros discípulos también había personajes corruptos. Incluso uno entre los doce le acompañó durante su vida pública, recibiendo incluso encargos importantes. ¿Sabía Jesús que era corrupto?

Judas jugo un papel importante en la muerte de Jesús. No les deseo su mismo final, aunque sí que sean capaces de actuar para remediar el mal hecho, primero a las víctimas, y luego a la Iglesia.En nuestra mano está que estos corruptos no lo jueguen en el deterioro de nuestra querida Iglesia.

sábado, 13 de marzo de 2010

Beatificaciones, canonizaciones y demás

En marzo de este año los medios de comunicación anunciaron que el proceso de beatificación del papa Juan Pablo II podría sufrir un retraso, al parecer por haber rechazado la comisión médica del Vaticano el milagro que lo elevaría a los altares, la curación de parkinson de una monja polaca.

¿Será menos santo JPII por este retraso? Leo que existen otros… 271!!! posibles milagros documentados, por lo que parece que todo es cuestión de tiempo… Escribo esta columna, como la mayor parte de ellas, desde el profundo desconocimiento. En este caso, de los procesos seguidos para las causas de beatificación. Por ello tengo el privilegio de poder analizarlas como un humilde miembro más de la iglesia. Seguramente mi percepción sea compartida por un gran número de católicos y, quien sabe, por muchos más, si llegasen a hacerse la pregunta… ¿será menos santo si no se lo reconoce el humano tribunal? ¿estará muy preocupado JPII, o el mismísimo San Pedro por esta contrariedad?

Entiendo que no, que en el cielo estarán tranquilos por este asunto. La dedicación, el esfuerzo, de JPII por sus hermanos, por nosotros, debería hacer intrascendente el que le coloquemos el adjetivo de santo de manera oficial. Aunque un sesudo tribunal tarde en darle esa categoría, nada impide que quien haya visto en JPII una relación especial con Dios, siga recordándole como cuando estaba entre nosotros. El día que se le considere santo, nada cambiará al respecto. Y si alguien no considera que su labor sea susceptible de alcanzar tal distinción –humana- pues no creo que tampoco les importe mucho en el cielo. ¡Qué manía tenemos de etiquetarlo todo! La comunidad de san Egidio canta todas las semanas “vosotros sois santos, porque yo soy santo, dice el señor” Todos tenemos vocación de santidad, que nos será reconocida en el cielo, no en la tierra. Y luego cantamos las letanías, una interminable relación de santos a los que pedimos recen con nosotros… Un poco contradictorio, si no fuese porque terminan con una petición a todos los santos de la ciudad, no solo a los reconocidos nominalmente como tales.

Me han convencido de una obviedad. Es imprescindible que conozcamos nuestros orígenes, a través de los grandes personajes de la historia de nuestra iglesia. Dado que han resucitado, nada debe impedir que hablemos con ellos, que les saludemos de vez en cuando. Pero de ahí a rezarles… y porque un tribunal haya decidido que unos son santos y otros no… Ellos nos enseñaron sus oraciones, su particular relación con Dios. Aprovechemos sus enseñanzas y huyamos de la idolatría y falsas adoraciones, generadoras de los negocios que Jesús expulsó de la explanada del templo. Hay grandes hombres y mujeres que no alcanzaron esta distinción, y que estoy seguro estarán tan cerca de Dios como los primeros. De ellos debemos aprender para conseguir hacer verdad la letra cantada por la comunidad de San Egidio.

sábado, 27 de febrero de 2010

viernes, 26 de febrero de 2010

Padrenuestro

Desde hace tiempo, pienso en mi relación con Dios de una manera semejante a la que tenemos padres e hijos. Sorprendente afirmación teológica de un profano en estas lides como yo…

El otro día leyendo Mt 6, 7-15, pasaje del evangelio en el que Jesús nos enseña la única oración con la que dirigía al Padre, quise fijarme no sólo en el Padrenuestro, sino en la forma en la que Jesús nos enseñaba que no se debe orar. En concreto nos invitaba a no hacerlo “como los gentiles” usando muchas palabras, pensando que con eso se les hará más caso. El Padre sabe lo que nos hace falta antes de que lo pidamos…

Nos solemos acordar de santa Bárbara cuando truena. Que si me ayudes a pasar este examen, a conseguir este negocio, a ganar este partido, o a superar esa enfermedad. Y claro, si no se consigue lo más fácil es arremeter contra el que no vemos, el que realmente creemos que no está. He sido hijo y he vivido en la confianza de que mis padres eran prácticamente omnipotentes. Siempre sabían lo que necesitaba, aunque no me comprasen todos los caprichos que continuamente pedía. Con su amor se formó mi personalidad, dándome la libertad para tomar mis decisiones, en el mejor de los casos aconsejándome, y luego yo tomaba las decisiones. Si me tenían que castigar, siempre era con una privación de algo mucho menor que el bien de la libertad que nunca me negaron.

Hoy soy padre, e intento actuar de la misma manera. Probablemente sea difícil sentir un amor más grande que el que tenemos por nuestros hijos. Ese amor nos lleva a intentar que sean lo más felices posible, que no les falte de nada –no sólo en el plano material-, que tengan la mejor educación posible, y a medida que van creciendo, que vayan tomando sus propias decisiones, aunque no coincidan con las nuestras. Nos dejaríamos cortar una mano por nuestros hijos, y a pesar de ello, no siempre conseguimos evitarles las dificultades, los disgustos. Para ellos probablemente somos omnipotentes, y pueden tener la tentación de rebelarse contra nosotros si no somos capaces de actuar como ellos piensan que deberíamos. Pero dejarían de ser libres, si siempre lo hiciésemos así.

Muchos se preguntan dónde está Dios en las catástrofes, en las enfermedades, en el sufrimiento, en la muerte… Yo estoy seguro de que está ahí al lado, sufriendo como cualquier padre lo haría con sus hijos. La diferencia, argumentan muchos, es que El es verdaderamente omnipotente, y nosotros no. Su omnipotencia es la que nos hace libres, por lo que intentemos ser coherentes. Dios está a nuestro lado, al igual que lo está en los momentos felices, en la belleza de las cosas, en la calidez de nuestras relaciones.

Termino como empecé. Me gustaría que mi relación con Dios fuese la misma que tenía con pocos años con mis padres (también eso nos recuerda Jesús, la importancia de la inocencia de los niños). Mis padres eran Supermen, todo lo podían, y nadie me quería más en el mundo que ellos. Lo sé porque eso es lo que me pasa con mis hijos. Mucho antes que yo, sabían lo que necesitaba, y nunca tenía que gastar muchas palabras en pedírselo. Y si tenía que hacerlo… malo, normalmente no lo conseguía. Un simple Padrenuestro, poniendo especial énfasis en el “hágase tu voluntad, así en la Tierra…”

lunes, 8 de febrero de 2010

El desayuno de la oración

Jesús nos indicó que la oración no es más que nuestro diálogo con Dios padre. De hecho, la única oración que nos enseñó es el Padre Nuestro. Los cristianos rezamos a Dios de manera individual, nos dirigimos a El para ofrecerle nuestra vida, agradecerle sus dones, y más habitualmente para pedirle favores. También lo hacemos en grupos de amigos o personas afines, en compañía de nuestra familia y seres queridos, con la misma intención. Así lo hacía Jesús con sus amigos y discípulos, y así lo hacemos desde las primeras comunidades cristianas.

Más adelante, el cristiano inventó la liturgia, y además de rezar en casa, o en el desierto, nos reunimos en iglesias, en torno al altar, para rezar juntos. No necesariamente conocemos a todos los parroquianos, pero sí que tenemos el objetivo común de oír la Palabra, su explicación, rezar y comulgar juntos.

Nuestros colegas protestantes sacaron el rezo comunitario de las iglesias, y muchas comunidades se reúnen en teatros, cines o locales en los que improvisan sus propias liturgias.

Una de ellas parece ser el ya famoso en nuestro país “Desayuno de la Oración”, en el que anualmente se reúnen un grupo de cristianos estadounidenses a rezar durante un desayuno, como su propio nombre indica. Hasta aquí poco que objetar. Conceptualmente, me parece más que loable, y es una magnifica forma de empezar el día. Me pregunto cuántos de los asistentes rezarán diariamente, cuántos lo harán con sus familias, o en sus empresas o puestos de trabajo. Imagino que la gran mayoría…

Abraham Vereide lo organizó hace más de 50 años, probablemente con buenas intenciones: reunir a personas influyentes –empezando por el presidente de USA- en un rezo matutino, para que sirviesen de ejemplo a otras muchas reuniones semejantes pero más pequeñas. La realidad es que ha devenido en un foro de networking con la excusa de la oración. O lo que es lo mismo, una utilización bastarda de la oración comunitaria en beneficio de intereses meramente económicos o de poder. Una cosa me ha sorprendido de este foro, y es que pudiese contar en 1994 con la madre Teresa…

En una sociedad tan alejada de valores espirituales como la nuestra, podrá sorprender una crítica tan acerada de este tipo de reuniones, proviniendo de un cristiano. Hasta ahora eran las asociaciones de ateos o de laicistas las que habían levantado la voz en su contra. Por diferentes motivos unimos la nuestra. ¿Admitiría nuestra sociedad un desayuno por la curación de un enfermo, al que los que asistiesen sólo les preocupase el dejarse ver e intercambiar tarjetas? Debería responder que no, pero me temo que incluso en estos ejemplos cercanos nos encontramos con reality-shows que tienen gran audiencia…

Nuestra clase política, incluso el admirado Obama, han perdido una ocasión única para reestablecer parte de su dilapidado crédito moral. El uno por asistir a un acto que le debería quemar en sus entrañas ateas y anti eclesiales. Como hacía Carpentier decir al revolucionario Victor Huges: “"Lo siento. Pero soy un político. Y si establecer la esclavitud es una necesidad política, debo inclinarme ante esa necesidad..." Más valiente habría sido asistir al desayuno y excusarse por no poder rezar a un Dios en el que no cree. Y largar después el rollo de la alianza de las civilizaciones y todo lo que quisiera. Y no citar la Biblia con objeto de dar señales de erudición

Los otros por criticar sin piedad, y sin ton ni son, la asistencia del célebre ateo a la reunión (lo mismo hubiesen hecho de no haber asistido). Todo el mundo ha valorado positivamente cómo pudo salir el presidente del paso. ¿Era eso lo importante?

Dediquemos a los políticos a resolver nuestros asuntos terrenales, y dejemos la oración para su verdadero cometido. No entristezcamos más a Dios.

martes, 2 de febrero de 2010

Estar ahí o el principio de subsidiariedad

Ayer tuve una conversación con alguien a quien quiero mucho que me dejó un tanto desconcertado. Hablábamos del concepto “estar ahí” para lo que haga falta. Y su idea es que yo, o bien no estaba ahí siempre, o bien estaba de “otra manera” -que en román paladino nos lleva a la primera acepción del término-.

Por supuesto mi primera reacción fue la de pensar que no tenía ni idea. Yo, que siempre procuro estar ahí para lo que haga falta! Soy la definición perfecta del principio de subsidiariedad! Si a alguien le hace falta algo, ahí estoy yo para cubrir su necesidad. O no?

Sin duda, en gran parte de nuestras relaciones hace falta que apliquemos ese principio de subsidiariedad. Más cuando se trata de alguien sobre el que podemos tener alguna ascendencia, tipo nuestros hijos, padres e incluso, por qué no, amigos. De otra forma, podemos caer en el riesgo de convertirnos en unos metomentodos insoportables. Y de hecho, al revisar mis acciones hacia los que más quiero, me doy cuenta que muchas veces coartamos su desarrollo, su iniciativa, su capacidad de equivocarse.

Pero la aplicación indiscriminada de este principio, a pesar de que sea solo desde el punto de vista de la forma, induce a dar la sensación de indiferencia, y a que la persona a la que quieres no se atreva a molestarte por verte muy lejos. Es muy cómodo colocarte la etiqueta del “ya sabes que estoy aquí para lo que quieras”, faltaría más, y aun con la mejor intención alejarte inconscientemente.

Un tercer caso es el de aquellas personas que sabes que necesitan cariño, un gesto amable, una conversación tranquila, un preocuparte por cómo están. Esas personas nos rodean en esta sociedad no del todo humanizada, y muchas veces no queremos verlas. O si las vemos nos intranquiliza el que puedan coger tu brazo, cuando solo “estás ahí” para dar la mano.

No solo en los negocios, en la dieta, en el ejercicio, hay que hacer equilibrios. Sin duda, los de tu vida personal son mucho más importantes. Y casi siempre nos equivocamos por el lado menos pesado de la balanza