viernes, 9 de noviembre de 2007

La Iglesia y los comerciantes

Interesante el Evangelio de hoy, más después de nuestra reunión de ayer y de las reflexiones posteriores. Parece que a Jesús no le interesa nada que en el Templo se instalen los comerciantes. Sin duda, a ninguno nos agradaría que en nuestra casa pusiesen una feria. Al Templo se va a orar, a hacer comunidad, a compartir el pan con nuestros hermanos, a celebrar una fiesta, pero no una fiesta cualquiera, sino la fiesta a la que hemos sido invitados. Y Jesús delimita en este Evangelio claramente las reglas mínimas de asistencia a la fiesta.
Vamos a construir nuestro Templo de ladrillos y -podría decir como siempre, pero en este caso muy honrado y satisfecho-, he aceptado la responsabilidad de participar en el proyecto. De participar con responsabilidad, no sé si jurídica, pero desde luego moral. Se trata de un proyecto de envergadura, nada menos que construir y financiar una iglesia de varios millones de euros. Me sirve de mucho la acepción de liderazgo que da Juan Mari en su anterior reflexión. Buscaré la coherencia en las decisiones, y ya anticipo que será difícil, ya que las tentaciones de lograr los objetivos de manera no tan coherente serán fuertes. Así que necesitaré vuestra ayuda, sin duda.
Por último, para terminar este probablemente complicado de entender post, al menos para los que no estuviesteis en la reunión parroquial ayer, termino como termina su comentario al Evangelio de hoy San Bernardo: "...Por tanto, hermanos, sabemos por experiencia que somos la casa del Padre de familia por el alimento tan abundante que tenemos, el templo de Dios por nuestra santificación, la ciudad del Rey supremo para nuestra comunión de vida, la esposa del Esposo inmortal por el amor. Creo, pues, que puedo afirmar sin miedo: esta fiesta es realmente nuestra fiesta. "

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