domingo, 1 de junio de 2008

Menos Roma y más Jerusalem

Parafraseo aquí el título (creo) del último libro del Cardenal Martini. Obviamente, no lo he leído (por lo visto sólo existe en versión alemana), pero habiendo tenido la fortuna de visitar ambas ciudades en el mes de Mayo, me parece un titular de lo más atrayente.

En Jersusalem nos encontramos con la sencillez y alegría franciscana, muy distinta de la cultura y actitud romana ante la vida, y aparentemente, dos formas muy distintas de seguir el mensaje de Cristo. Sin embargo, parece que la una no puede vivir sin la otra. Cuantos de nosotros seríamos hoy cristianos sin la historia vivida? En el sermón de hoy (en mi parroquía) se nos ha insistido en que la fe no se impone, se contagia. Qué gran verdad. Pero, cómo nos hubiese llegado a nosotros sólo por contagio?

Es muy fácil criticar a Roma y quedarnos prendados de Jerusalem. Yo soy un perfecto exponente de ello. Pero, como dice uno de los eminentes autores de este blog, empecemos por nosotros mismos. También hay mucho de Roma y poco de Jerusalem en nuestra vida diaria, no creeis?

Espero comentarios para elaborar más esta idea.

12 comentarios:

Nacho dijo...

A vuela pluma:Seamos cristianos completos, como también pretendemos ser personas completas, y no busquemos la particularidad que excluye. Sin Jerusalén no habría Roma, al igual que sin Roma ya no habría Jerusalén.

Un abrazo

Nacho

juan mari dijo...

El tema resulta mucho más importante de lo que puede parecer a primera vista. Tengo que confesar que ha estado presente en muchas de mis reflexiones y estudios. Daría de sí para algunas de nuestras reuniones y valdría la pena, porque, de hecho, tiene que ver con nuestro sentido de Iglesia, a menudo, demasiado débil y frívolo.
Pero en esta primera salida, quiero partir de la última reflexión de Alfonso. Jerusalén es la muerte de Cristo, Roma es la entrega de los mártires y el evangelio de hoy habla del hijo enviado y asesinado. Si algo enseña Jerusalén es que Cristo y su doctrina se manifiestan y se acompañan misteriosamente de dolor y muerte, mientras que nosotros más o menos conscientementa buscamos o vivimos una experiencia religiosa de calderilla y de saldos. Siempre tenemos algo más importante, más inmediato, más sugerente que acoger la presencia de Dios en nuestra vida. Y cuando creemos acogerla...la arropamos contras preocupaciones más sugerentes.
Resulta inconsecuente criticar Roma si no vivimos Jerusalén...aunque siempre será verdad que el testimonio de Roma iluminará poco sino es, al mismo tiempo, el del Gólgota.
Ahora que vivimos todavía el impacto de la tierra y la vida de Jesús, vendría bien dedicar un poco de tiempo de nuestra vida "tan ocupada" a esta reflexión. Sigue siendo verdad que cada mañana me dice "sígueme".

Cami dijo...

De Roma solo he críticado el "formato" de algunas representaciones en las que los "actores" maquillaban mucho su actuación y por ello no resultaba tan real.

Entiendo que Roma no solo es necesaria, sino deseable.
Que Jerusalen es el Origen y Roma su prolongación. Que Jerusalen es más Dios y que Roma somos más los hombres.
Y no seré yo el que desde mi postura comoda de cristiano "barato", critique a quien se encarga de hacer mucho más que yo por vivir y trasladar el Evangelio.

juan mari dijo...

Me ha gustado mucho la definición de Cami¨: "Jerusalén es más Dios y Roma somos más los hombres".

Peregrino dijo...

Me parece muy buena idea el que dediquemos alguna de nuestras reuniones a reflexionar sobre ello, más ahora que tenemos muy fresco nuestro andar por Tierra Santa. Sin duda será un debate muy interesante tanto desde el plano histórico, como desde el plano interior de cada uno. Como dice Nacho, la particularidad no debe excluir, sino que debemos ser capaces de integrarlas.

juan mari dijo...

Y, sin embargo, en la sencillez evangélica, Alfonso tiene razón. Solo Cristo es necesario y su testimonio es el único que salva. Todos nosotros somos testigos deslucidos- aunque los haya de toda intensidad. Resulta cruel la incapacidad de testimonio que mostramos ante quienes no creen o se encuentran alejados. Y Roma es el punto de referenmcia de la Iglesia organizada, pero eso no quiere decir que sea una fuente de fe y de esperanza. No quiere decir que su testimonio sea siempre evangélico. En Jerusalén da la impresión de que la presencia de Cristo difumina la pequeñez de los hombres.

Ignacio B. dijo...

Muy interesante, sí señores. Pero es una reflexión que habría que delimitar mucho, para que no se quede en algo simplista y tramposo. ¿Qué significa Roma y Jerusalen? No vale quedarnos en que Jerusalen es Cristo y su humildad y Roma es la jerarquía, la pompa y el boato. Ésto sería simplista e injusto, creo. Roma es mucha Roma. La Cristindad, por ejemplo. Y Europa, que viene a ser lo mismo. Jerulsalen suena a Cristo, pero es tantas otras cosas ... Y la figura y significado de Cristo tiene muy poco de geográfico. En Jerusalen está la huella del Cristo histórico. Pero el Cristo vivo está en otra parte; en todas partes.

Y efectivamente, resulta muy fácil criticar a Roma. Pero ¿sirve para algo? ¿Nos acerca a Cristo?

Peregrino dijo...

Buenos puntos sobre las íes. Efectivamente, es muy fácil criticar a Roma, y alabar a Jerusalem. Desde el punto de vista material, desde el punto de vista de las ciudades y de los hombres, en general -lo que siempre es causa de juicios injustos-, sin duda es mucho más atractivo el segundo que el primero, hablando desde una perspectiva de seguidor de Jesús.
Representa Roma, como dice Ignacio, la Iglesia de hoy? Sin duda, en gran parte sí. Roma se ha convertido en la gestora administrativa de los católicos, que ya no son unas decenas, como en tiempos de Jesús, sino millones. Y el hombre se ha organizado en torno al sucesor de Pedro, creando jerarquías, procesos, administraciones, como hace con cualquier empresa o estado. Es la forma en la que, desde nuestro mejor leal saber y entender, creemos estar sirviendo a Jesús de apostolado. Gracias a Roma muchas personas tienen la posibilidad de estar expuestos a su mensaje, y se realizan muchas buenas obras en su nombre.

Sin Roma no creo que el Jerusalem cristiano hubiese dejado de existir, como tampoco creo que sea estrictamente necesaria para que exista. Simplemente, sería un Jerusalem diferente, probablemente más hostigado todavía, como lo era para los primeros cristianos.

Para terminar esta reflexión, eminentemente sobre Roma, decir probablemente obviedades. Roma es el boato, el exceso en muchos casos, a mayor gloria del hombre, con la excusa de hacerlo a mayor gloria de Dios. En Roma vemos reflejadas en muchos casos las miserias del hombre, con discursos vacios, llenos de pompa. Pero en Roma también encontramos a Dios, también podemos admirar la valentía de los primeros cristianos, los lugares donde habitaron, predicaron y sufrieron también por todos nosotros. Y con la ventaja estética de los preciosos edificios que se han edificado en su honor.
Lo dejo aquí, pero me queda, por lo menos, otra reflexión acerca de Jerusalem, para atacar después las ideas que me sugiere este titular desde mi interior.

Peregrino dijo...

Después de daros la paliza con mi reflexión sobre Roma, cumplo mi amenaza de decir agunas palabras sobre Jerusalem, al menos desde el punto de vista político-geográfico, por llamarlo de alguna manera. Todo ello con independencia de que espero poder ampliarlo bastante con el diario de nuestra estancia en los santos lugares.

Para mi Jerusalem ha sido un viaje único. No es una ciudad que probablemente entre por los ojos. No tiene grandes edificios, su sabor viejo lo he podido disfrutar en otras ciudades orientales. Nada que decir de la parte moderna, que salvo por la forma en la que va vestida la gente, con sus kipas, sus barbas y tirabuzones, sus sombreros..., es muy parecida a cualquier ciudad media occidental. Excepción hecha del King David, hotel con regusto de grandes acontecimientos cercanos en la historia.
Como decía, la ciudad vieja es poco atrayente desde el punto de vista arquitectónico. Las múltiples veces que ha sido arrasada con saña han hecho desaparecer vestigios únicos de la civilización, en prueba de lo burros que somos los hombres cuando nos ponemos a hacer olvidar a nuestros enemigos.
Desde el punto de vista político, sin embargo, ya es una única en el mundo. Dividida en cuatro secciones, judía, musulmana, armenia y católica, son cuatro ciudades en una, con el agravante de que son cuatro civilizaciones, cuatro culturas, cuatro religiones, cuatro actitudes ante el vecino, cuatro status económicos, cuatro formas de ver la vida, no solo distintas, sino enfrentadas... y todo en escasos metros cuadrados pegados entre sí. Obviamente el equilibrio ha de ser, por fuerza, completamente inestable, y la mecha del conflicto a punto de encenderse en todo momento. Sin embargo, salvo pequeñas escaramuzas el sistema se mantiene, bajo mi punto de vista, de manera totalmente milagrosa. No parece obra de los hombres, sino más bien de Dios, Yahvé, Alá...

Desde el punto de vista religioso, para las tres grandes religiones monoteitas es la tierra más sagrada que puede existir. Es más, dos de ellas han elegido exactamente el mismo lugar, la explanada del Templo. Para los judios el lugar donde habitaba el Santo es el mismo donde para los musulmanes Mahoma subió al cielo en su caballo (bueno, para ser exactos el lugar donde soñó que iba a subir al cielo). Hoy la explanada está ubicada en el judio estado de Israel, pero es lugar de oración exclusivo para los musulmanes, en donde han construido dos bellas mezquitas.
Los cristianos tenemos nuestro lugar más sagrado en el Santo Sepulcro, lugar donde murió y fue enterrado Jesús. En el lugar donde estaba la colina del Golgota se construyó una iglesia bizantina, que resistió la conquista árabe gracias a la generosidad de un visir que no quiso entrar en la misma, con objeto de que no se convirtiese en mezquita. Ello no ha obstado, sin embargo, y como es característica habitual en los santos lugares, el que los musulmanes hayan colocado una mezquita con su minarete pegada al mismo.
Volviendo al Santo Sepulcro, sorprende el extraordinario ejercicio de diplomacia entre las distintas confesiones. Todo está milimétricamente medido entre ortodoxos (que son los que más mandan, y aparentan un sentido un tanto mercantilista de la situación), coptos (que son los que menos mandan, pero dan la lata un montón con sus letanías interminables e ininteligibles), armenios, y católicos, representados por los franciscanos, en su labor de defensores del Santo Sepulcro. Imagino que tendrán sus defectos, pero yo no se los aprecié. Como decía, la Iglesia, al igual que la ciudad, esta dividida en secciones, con otro equilibrio inestable entre los distintos cristianos. Quizá eso da más pena si cabe que las diferencias con las otras religiones. Si Jesús levantara la cabeza...

Más y mejor en el siguiente post que pueda escribir. Espero que entremedias alguien se lance...

Peregrino dijo...

Bueno, bueno, parece que os habéis enfriado un poco con el tema, o quizá no dé para más. Yo creo que sí, así que seguiré insistiendo.
Qué es Roma dentro de mi? Es la parte artificial, el cumplimiento de preceptos de cara al exterior, la falta de humildad, la soberbia, la fachada. Es la parte de mi que quiero enseñar al mundo, por la que creo que soy juzgado, al menos por los hombres. Por lo tanto, tiene que ser grandiosa, inmaculada, que deje huella. Es la parte de mi que se afana en acumular, riquezas (pocas, pero bueno), cargos (de estos muchos), atenciones, status. Roma representa en mi el lugar donde quiero llegar entre los hombres. Es donde está el poder, donde se toman las decisiones. Quiero estar cerca de ellas, participar en ellas.

Pero a la vez Roma hace que sea un animal social, que tenga la capacidad de influir en un círculo más grande de gentes, que parte de esa acumulación pueda ser repartida entre los demás, que tenga capacidad de aportar en la toma de decisiones, probablemente que haya tenido la educación que he disfrutado, conocido a mis amigos y haya formado la familia que tengo, y que les pueda dar las oportunidades que me dieron mis padres a mi.

Necesito profundizar en la parte Jerusalem, pero Roma es necesaria para ser como soy, quien soy.

Nacho dijo...

¡Arrasemos Roma hasta el más escondido de sus cimientos, que no quede piedra sobre piedra y los altares de oro se conviertan en polvo, cenizas y nada!
¡Roma, nuevo becerro de oro, habrá de caer demolida con el viejo espíritu de dominación, avaricia y poder!
Una vez cumplida la tarea, podremos mirar al pasado con el corazón puro y al futuro con la esperanza libre del humilde.
O quizá nos hayamos olvidado quién somos.

Un abrazo

Nacho

juan mari dijo...

En realidad, no son comparables, aunque podamos significar en ellas dos actitudes y dos modos de imaginar y vivir el cristianismo. Jerusalén no existe gracias a Roma ni a los judios ni a los cristianos. Sin saber por qué, Dios ha elegido este lugar: allí se da y se materializa la alianza primera, la muerte y resurrección de Cristo, la nueva alianza de Dios con los hombres. Jerusalén y Sión aparecen en los salmos que rezamos cada día y así ha sido incluso cuando Jerusalén estaba destruída. En Jerusalén, el cristianismo ha vivido casi siempre perseguido y los cristianos han sido, como lo son hoy, pobre gente, marginados y maltratados. En Jerusalén se mantiene la corona de espinas, no como reliquia sino como realidad humana.No se da allí la tentación del poder y de la gloria no por falta de ganas sino por imposibilidad física. Tal vez, Dios lo ha querido así para que se mantenga suficientemente incontaminado ese lugar. Claro que existe el pecado, porque existen hombres, cristianos con sus pequeñas miserias, pero son incapaces de impedirnos captar la magia del lugar, lugar que, por otra parte, esta indisolublemente unida con nuestra aspiración de la Jerusalén celestial. Nunca los cristianos han idealizado Roma como para identificarla con el cielo al que aspiramos, mientras que ya los primitivos cristianos identifican la felicidad que aspiran con la Jerusalén celestial y con el monte Sión.
Hablar de Roma no resulta difícil, pero exige más calma y más capacidad de distinguir. En el fondo, se trata de nuestra dificultad de comprender que el espíritu se nos muestre en vasijas de barro. Es la historia de la humanidad y del cristianismo. Es la que tenemos, pero no tenemos por qué conformarnos!