lunes, 29 de septiembre de 2008

Compromiso

Escucho ayer en el telediario nocturno que 4 de cada 5 matrimonios que se celebran estos días acaban en ruptura, y que en Canarias el número de separaciones excede al de matrimonios.

Para mi esto no es más que una confirmación del fin de un ciclo, de un imperio, de una forma de pensar y de vivir. Igual a lo que ha pasado en otros momentos de la Historia. El hombre tiene una capacidad infinita de autoengañarse, no solo a nivel individual, sino colectivo.

Una vez más, vivimos en un momento en el que la aversión al compromiso nos lleva a situaciones cuando menos sorprendentes. 

La relajación de las costumbres hace que sea vea el compromiso como un limitador de la libertad individual, y siendo este el valor supremo imperante en una sociedad relativista, como un valor a eliminar. Esto acontece en todos los ámbitos de la vida, y es sin duda favorecido por nuestros gobernantes. Ellos ven en el adormecimiento de la sociedad una forma segura de perpetuarse en el poder, de hacer y deshacer a su antojo. La manida política del pan y circo. 

Desde pequeños se pretende inculcar al niño la importancia de sus valores individuales, con el único -si cabe, y no en todos los casos- límite del respeto a la libertad de los otros (y además de manera muy difuminada). No hay valores absolutos a los que referenciarlo. Tú eres dueño/a absoluto de tu vida, de tu cuerpo. Es lo único que hay que cultivar. La inteligencia consiste en almacenar datos, como autómatas, y además esos datos son opinables (como ocurre en nuestro país con el estudio de la geografía, la historia o la lengua, por no hablar de la religión o la moral).

Más adelante nos encontramos con la facilidad que tienen (o han tenido, que la crisis servirá para paliar este efecto) los jóvenes para conseguir las cosas. No se han enfrentado a ninguna dificultad, y además los medios de comunicación, el cine y la televisión les ofrecen situaciones idílicas, donde vuelve a primar la libertad sobre el compromiso. No solo prima, sino que en muchas ocasiones se ridiculiza, bien directamente, o de manera más sutil, poniendo el acento en situaciones marginales, frente a las grandes decisiones donde yo solo soy el que la toma. Culpa importante de ello tenemos los padres, sin duda. Pero claro, la urgencia de ganar el dinero suficiente para mantener el montaje supera con creces a la importancia de educar correctamente a nuestros hijos. Y además, qué ejemplo de austeridad les damos?

Nos vamos acercando a la edad de matrimoniar. No nos sentimos incómodos por alargar nuestra estancia en casa de nuestros padres. Tampoco se nos exige mucho en el ámbito de los estudios. Y si no puedo estudiar, porque en casa no hay dinero, o bien porque simplemente no creo que lo necesite, cualquier trabajo eventual me vale. Si me piden trabajar mucho, pues nada, me despido. Hay que vivir el momento, no desperdiciar la juventud. Tabién es grave desde el punto de vista del emprsario "aprovechado", pero creo que estos son la excepción. A todo el mundo le gusta tener gente formada en tu negocio, en la que puedas confiar, más que tener que estar cambiando constantemente. Pero también la falta de compromiso se ha extendido en este campo, no hay que dejar de reconocerlo. Las relaciones laborales se han ebfriado, objetivado, de manera que si uno se quiere ir, o le invitan a irse, no suponga ningún conflicto, al menos emocional.

Y llega el momento de matrimoniar. Hoy se ha sustituido por el momento de vivir en pareja. Son cursillos prematrimoniales strictu sensu, que en la mayoría de los casos solo sirven para convertir una institución milenaria en un juguete usado libremente. Para qué comprometerse si tengo todos los beneficios sin las cargas que ello conlleva? En El Mundo del sábado 26 Luis Zarraluqui relacionaba la crisis del matrimonio con la crisis económica, vinculando la primera a la indefinición jurídica de los distintos regímenes matrimoniales. No creo que esté ahí la raíz del problema, sino más bien en no ya el miedo, sino la aversión al compromiso.

Necesitamos reforzar este valor en nosotros, y sin duda, trasladarlo a nuestros hijos y demás seres queridos. Por ahí empieza el cambio que constantemente estamos solicitando por parte de la sociedad civil. Compromiso -bien entendido- no significa pérdida de libertad, sino más bien al contrario 

7 comentarios:

Nacho dijo...

No hay ni habrá compromiso sin conocer la raiz de la libertad humana y su dignidad: Dios.

Por qué, si no es por esa firme base, voy a ponerme a la cola frente a otros: ¿qué razón hay para suponer que cualquiera vale lo mismo o más que yo?

Sin Dios no hay compromiso.

Un abrazo

Nacho

juan mari dijo...

Envío una prueba para ver si consigo publicarla, y si lo logro enviaré unas líneas.

juan mari dijo...

Es un tema para un curso completo. Siendo niño mi padre llegó a un acuerdo con un señor y se dieron la mano. Le pregunté más tarde si no habían firmado algo y me contestó que se fiaba de su palabra. Hoy no nos podemos fiarnos de nuestros políticos-que prometen lo que no van a cumplir- ni de la mayoría de nuestros compromisos económicos o sociales ni, por lo que se ve- de buena parte de los cónyuges. No existe fidelidad a la palabra dada porque se da por supuesto que la medida es la propia felicidad y la absoluta libertad individual. Y no están dispuestos a cumplir un compromiso que consideran no es compatible con ese momento de felicidad, aunque sea efímero. Recordemos la expresión de quien era presidente del senado hace unos años. Vuelvo a casarme porque era el último tren que podía tomar. En cuanto al matrimonio, me resulta
más difícil de determinar. Para los creyentes su permanencia deriva de que es un sacramento. La falta de sentido religioso, de fe, determina que no aceptan sus obligaciones. Aquí tendríamos que tener en cuenta la frivolidad del concepto de amor y la separación existente entre el amor y el sexo. Ciertamente para los padres es un tema fundamental en la educación de vuestros hijos y nos falta una reflexión sobre qué y como enseñar. Como siempre, queda nuestro testimonio y nuestra vida.

Ignacio B. dijo...

Sólo añadir a tanta reflexión acertada un par de ideas (seguramente desacertadas).

Por una parte, el número de divorcios, o la vida media de los matrimonios, son también fruto de la crisis de creencia religiosa. Si el matrimonio es sólo un contrato que se puede romper, pues lo rompo cuando tenga a bien. Más aún, si esa insitución tan rancia llamada Iglesia dice que el matrimonio es para siempre, entonces uno que no es rancio concluirá que a la mínime que haga la parienta (o pariente) la (lo) mando a paseo...

Segunda. El "borreguismo social". Cuanta más gente se divorcia a mi alrededor, más cerca estoy yo de divorciarme. Si además salen estadísticas en los teldiarios, pues pasa como com la "violencia de género", que cuanto más se menciona, más crece.

Trecera (¿no eran dos?). El imperio de la pasión sexual. Lo que vende en el cine, la telvisión y la publicidad es el enamoramiento, el ardor físico y su satisfacción. Una vez la pasión amorosa se atenúa con el tiempo, sólo queda un subproducto, que sigue siendo amor, pero que no vende. La moral de los tiempos es: enamórate otra vez, que te sentirás más joven.

Peregrino dijo...

Pues sí, en el caso del matrimonio no es más que un signo más. Compromiso? No gracias. Todo es temporal y sujeto a mi conveniencia. El bien supremo es la libertad individual, libertad entendida como posibilidad de hacer lo que me dé la gana (con la única limitación de leyes humanas, y por lo tanto susceptibles de ser cambiadas si no molan).
En fin, relativismo, individualismo igual a falta de compromiso. Ah, y por supuesto, si no estoy dispuesto a comprometerme con el de al lado, excuso decirte con el de más allá.

Qué hacer?

Cami dijo...

Si, creo que no es tanto o solo falta de sentimiento religioso, que también, sino y sobre todo de carácter.

El compromiso era no hasta hace tanto tiempo un valor en si mismo que enoblecía a la persona que lo observaba.

El hedonismo en que se ha sumergido nuestra civilación, ha cubierto todas nuestras necesidades materiales, lo que a su vez ha producido el efecto de vacíar de contendio nuestro espíritu y debilitado nuestro carácter.

Logicamente al abandonar y poner distancia sobre el hecho sagrado del matrimonio, esto permite poner nuestro compromiso matrimonial en un plano inferior al contraerse este no con nuestro superior inmediato (Dios), sino con un igual o tal vez incluso inferior, ya que desde ahora el ser superior es "yo", y por lo tanto mi único compromiso es conmigo, para mi y por mi.

Pero no nos engañemos, esto es no es otra cosa que fruto de un carácter débil y quebrado, que no me permite sufrir, ni sacrificarme por nada que no sea mi comodidad y felicidad "onanista".

Cami dijo...

Y por favor no caigamos en el error de llamar Libertad al hecho de hacer lo que quiero cuando quiero y porque quiero