Paseando esta mañana con calma y paz a lo largo de la inmensa playa he recordado que Ignacio y Adela se encontraban esta semana en la sierra del Segura.
Qué ocasión más magnífica de disfrutar de la naturaleza e intentar trascenderla. Los benedictinos eligieron siempre paisajes espléndidos para sus monasterios, considerando que la oración fluía espontáneamente en lugares en los que resultaba más fácil pensar en Dios.
A menudo se narran historias de pastores que han vivido buena parte de su vida en la soledad del monte, pero que poseen una vida interior sorprendente.
Yo he conocido algún caso en mi juventud.
Vosotros que dedicais tanto tiempo a correr por el campo, entre árboles, en plena naturaleza, teneis , también, esa ocasión: salir de vosotros mismos para adentaros en vuestro pensamiento y en vuestro corazón. No solo aprovechais mejor el tiempo sino que, sobre todo, os adentrais en el mundo inefable de la oración y de la reflexión. Es una manera espléndida de crecer y madurar en la propia vida interior.
Se trata, por otra parte, de recobrar una noción llena de posibilidades, la del Dios Creador. A veces somos muy ecologistas y olvidamos que esa admiración y preocupación tendría que llevarnos a la reflexión sobre el Alfa y Omega de la creación. San Francisco de Asís constituye un ejemplo espléndido de este camino enriquecedor que nos lleva de las criaturas al Creador.
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1 comentario:
Yo cada día contemplo con más sobrecogimiento la belleza de la límitada naturaleza que nos rodea en el entorno urbano donde vivimos.
He aprendido a observarla y admirarla y a comprobar como la naturaleza, un simple árbol que da sombra, es más bello que cualquier manifestación artísitica creada por el hombre.
El viernes pasado mientras desayunaba y contemplaba el ramaje frondoso de los árboles que hay delante de la terraza, intentaba compararlo mentalmente con los cuadros que más me gustan: El Greco, Velazquez, algunos impresionistas; con los edificios que más me han impactado:Guggenheim, La Sagrada Familia; o cualquier otra manifestación artística del hombre y concluía que:
el color, el movimiento, sus formas, la unión del tonco rígido y fuerte con las hojas flexibles y ligeras, es incomparablemente más bello e impactante que cualquier obra realizada por el hombre.
Recordaba el respeto con el que en Japón, cuidan y miman la belleza de la naturaleza.
Y finalizaba pensando que la naturaleza, creada por Dios, es inmensamente más bella que cualquier obra creada por el hombre límitado
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