lunes, 3 de diciembre de 2007

¿Tanto odio?

El periódico de hoy habla de un alcalde izquierdista que ha escrito al obispo exigiéndole que destruya cualquier referencia suya en documentos eclesiásticos, incluso la partida de bautismo. Aparte de que no se puede suprimir el pasado, ni lo que hemos hecho, ni lo que hemos dicho, he pensado en la carga de rechazo del cristianismo que existe en tantas personas de nuestros días. Dudo que en la mayoría de estos casos se trate de experiencias personales y vitales negativas, porque se trata de jóvenes que han frecuentado poco la Iglesia y los sacerdotes. Vivimos más que nunca de imágenes y de visiones superficiales, pero no creo que sea esta la única causa.
¿Qué pensais del tema?

11 comentarios:

Cami dijo...

Lo había leído hace días, ni que decir tiene que me parece una paranoia en su sentido patológico, es decir una perturbación mental. Perturbación producida por un odio bebido y aprendido no se donde.
Entiendo que en la generación de ese odio hacia la iglesia, radica en la influencia política, y mediatica; política por tanto indocumentado venido a mas y mediatica por la influencia de la "progresía" en los medios de comunicación.
Esto me trae a colación, no se que opinais o si os producirá hilaridad, mis lecturas del año pasado sobre la masonería.
Su aversión a la iglesia, y lo extendida que se encuentra entre los políticos nacionalistas y socialistas. Entiendo que este "odio" es producto de un conflicto de intereses por el poder, sobre el que pretende influir la masonería y sobre el que ciertamente ha influido la iglesia.

Peregrino dijo...

Por partes,
No he leído la noticia, pero en este caso no me parece muy preocupante. Que alguien quiera hacer apostasía de su fe es respetable, que lo haga públicamente ya me parece peor, ya la fe entra dentro de la esfera privada, pero que lo haga utilizando su cargo y los medios de comunicación me parece de una injusticia supina,una aberración, ya que la única razón que se me ocurre para hacerlo es poder influir en otros (además de la obvia de demostrar su progresia absoluta). Estoy seguro de que cree que con eso ganará más votos, y esto enlaza con la segunda reflexión, la de Cami.
Hoy prima el poco compromiso, y sin duda el borrarse de la Iglesia (que al final no es más que una comunidad de creyentes comprometidos en el seguimiento de Cristo, en nuestro caso), es una forma de demostrarlo. No vale con hacerlo en la intimidad, sino que hay que demostrar a los demás que eres el más progre de todos ellos.
Tercero: el mal de la radicalidad antieclesial no es nuevo de nuestra época. Recordemos lo que ocurría durante las dos repúblicas, en los que se quemaban, expropiaban, asesinaban a sacerdotes, monjas y laícos creyentes. De alguna manera ya nos lo advirtió el propio Cristo, no? Las razones que da Juan Mari en su bibliografía no siempre apuntan a los sacrificios debido al seguimiento de Jesús, sino a veces por los excesos cometidos. Convendría diferenciarlos, no creeis?

juan mari dijo...

Sigue teniendo actualidad la pregunta que se hizo el P.Thió, jesuita, en su encierro en la buhardilla de una casa barcelonesa después de julio de 1936: "¿nos persiguen por odio a Jesucristo o por nuestros pecados"? La primera parte de la pregunta resulta más complicada de contestar, aunque no faltan datos y pertenece más al ámbito del misterio. La segunda nos corresponde de lleno a nosotros, no para afrontarla con complejos ni masoquismo, pero sin con humildad y responsabilidad. El misterio de la Encarnación de Dios nos deja a los hombres el peso de la prueba. Contamos con la gracia, con la presencia de Dios en nuestra alma, pero resulta imprescindible el factor testimonio. En todas las sociedades resulta determinante, pero en el cristianismo está en juego la capacidad de hacer presente y creíble la presencia de Dios. Misteriosamente, esto depende de nosotros. Esta es nuestra responsabilidad y nuestra gloria.

Cami dijo...

Queridos todos, enlazando con el comentario de Juan Mari, primero vaya por delante que si peco de algo, sobre todo es de no poner la otra mejilla, y además no tengo proposito de enmienda...
La razón por la que hago esta introducción, es para decir, que si alguién, me/nos persigue, no es por culpa mia/nuestra, sino por su conducta violentamente patológica.
No se quien era el Padre Thió, pero el hecho de que se tuviera que esconder y encima reflexionara sobre si este hecho era por su culpa, me hace pensar que estaba bastante más cerca de la Santidad que sus perseguidores, que solo destilaban odio.
Por no conocer bien la actuación de la Iglesia en aquel tiempo, no entro a juzgar la bondad o no de aquellos que la representaban, pero creo no errar si digo que aquellos de los que se escondió el P.Thió, hubieran perseguido también a la misimísima madre Teresa de Calcuta, al padre Damián o cualquier otro ejemplo viviente de seguimiento del evangelio y de Cristo.

juan mari dijo...

cami, seguramente tienes razón. al P.Thió le encontraron a los tres meses y lo mataron. Pero su pregunta sigue dirigida a nosotros.

Peregrino dijo...

Cami, ya sé lo que te voy a regalar por Reyes.
Seguramente poner la otra mejilla es una de las cosas más difíciles que nos enseño Jesús, así que nada, al menos haz propósito de enmienda, que por ahí se empieza. (y no es que quiera dar lecciones de nada, que no soy ningún ejemplo!).
La pregunta del padre Thió me parece muy pertinente y de gran actualidad. Jesús nos advirtió que tendríamos que sufrir por su causa, y obviamente de eso no se librarían ni la madre Teresa ni el padre Damián. Tampoco deberíamos librarnos nosotros, en nuestra escala.
Otra cosa muy distinta es ser conscientes de nuestros pecados, y para ello lo primero que debemos hacer es ser conscientes de que pecamos. Si además la historia nos cuenta que se produjeron excesos cometidos desde el poder, es humano (que no aceptable, aplaudible o encomiable), que el Mal infecte a letrados e iletrados, y se cometan atrocidades. Pero hay que buscar el origen de las mismas. ¿Fue el origen atacar al seguidor de la Cruz por su fe, o más bien a la Institución política que había ejercido esa opresión o había cometido esos excesos? Si concluimos que hay algo de lo segundo, ¿qué debemos hacer al respecto?

Cami dijo...

Bueno, bueno, veo que se desarrolla el comentario….

No se si he dado la imagen de ser un tanto soberbio, pretencioso, orgulloso o tal vez engreído, nada más lejos de lo que me considero, e intento ser…

De hecho, una de mis máximas, es la humildad, e intento tener siempre presente el consejo que daba Jesús al invitado a la boda, para que se sentase en el último sitio de la mesa y no en el primero; y de ello intento hacer una constante en mi relación con los demás, así como seguir el ejemplo de mi padre (el terrenal), quien dice que una persona de carácter es aquella que es fuerte con uno mismo y por eso su misión es servir a los demás.

Matizo mi comentario del post anterior, aunque con ello abunde aún más en la lejanía de donde debiera estar y donde me hallo: Si, yo pongo la otra mejilla pero lo acoto; y me humillo ante quien por su “grandeza y bondad” lo merece.

Dicho así puede parecer incluso todavía más pretencioso, cuando Cristo no solo no hacía distinción, sino que incluso “exigía” un comportamiento aún más modélico con nuestros “enemigos”, que la postura fácil de hacerlo solo con nuestros amigos.

Para bien o para mal, en este punto se encuentra el desarrollo y carácter de mi personalidad, lo que no quita para que en un futuro evolucione a posturas más cercanas a donde probablemente debiera estar, pero es un viaje mentalmente todavía lejano y dudo que hasta deseado.

Enlazando con el objeto del post, entiendo bien vuestro comentario sobre la necesidad de la reflexión y además creo y defiendo que los métodos para progresar y mejorar en cualquier orden de la vida, son: la autocrítica y la revisión de los principios establecidos…; y que es importante, criticar y analizar nuestra conducta como individuo y colectivo, para mejorar; pero no comparto la idea de plantear la posibilidad de que la carga de la culpa, recaiga en el inocente, o al menos en el más inocente de los dos (por no ponerlo en términos políticos actuales, diré perseguidor-perseguido), me parece un gran y grave error.

Reflexionemos, interroguémonos, examinémonos, y mejoremos pero no nos inculpemos sin sentido

Peregrino dijo...

Querido Cami,
de ninguna manera pretendía calificarte con ninguno de los adjetivos que utilizas en tu comentario. Los que te conocemos, y yo ya hace desde algunos años, sabemos que más estas en los antónimos de muchos de ellos, y que por eso disfrutamos de tu amistad. Incluso yo sé que tu posición en cuanto a lo de la mejilla es más nominal que real, y que lo has demostrado en el pasado.
Pero como dices, volviendo al tema del post, indudablemente en el caso del padre Thió se cometió una injusticia, como en muchísimos otros casos. Los ejecutores no creo que gocen de la gracia divina. Sin embargo, de lo que se trata aquí creo que no es analizar situaciones individuales, sino la causa de ese odio generado ante la Iglesia. La tesis es que cualquier poder terrenal termina suscitando rechazo, y creo que la Iglesia, durante muchos siglos, acumuló un poder que poco tenía que ver con el mensaje de Jesús. La pregunta es por qué hoy, cuando aparentemente ese poder es mucho, menor, sigue suscitando odio. ¿Es or el mensaje de Jesús, o es por el poder (que no influencia) ejercido?

Nacho dijo...

Por fín un poco de tiempo para ponerme al día de vuestros comentarios y reflexiones, y recibir el soplo de aire fresco de la razón, el entendimiento y la seriedad.
Todo lo contrario, por supuesto, que ese joven alcalde izquierdista al que menciona Juan Mari en su comentario. Me inclino a pensar que, más que odio, lo que le mueve a actuar así es la ignorancia. La más triste y profunda de las ignorancias que confunde el ejercicio de la libertad con la negación y el rechazo de aquello que no se logra comprender.
El hombre actual batalla contra su ser, queriendo ser lo que la naturaleza no le ha ofrecido: el bajo busca ser alto y el alto, proporcionado; el rubio se tiñe el pelo y quien tiene ojos negros los desea azules; el hombre querría ser mujer y la mujer prefiere ser hombre. Pretenden luchar contra el destino no mediante la forja diaria de un futuro, sino dando marcha atrás en el reloj de la vida.
Este pobre alcalde quiere que borren su bautismo como quien pretende no haber nacido. Sin embargo, no se da cuenta que la gracia de Dios permanece y que por mucho que haga, el regalo de su vida y su libertad están más alla de su elección.

En cuanto al sesgo que tomó la conversación generada por Juan Mari, al introducir las dudas del P. Thió, mi corazón me lleva a compartir los puntos de vista de Cami. Creo que no debemos autoflagelarnos sin motivo. Está bien comprender y mejor saber perdonar, pero querer ser martires sin razón es un desperdicio que más que generosidad supone inconsciencia.

Un fuerte abrazo

Nacho

Peregrino dijo...

Uuuuuy lo que ha dicho Nacho!!! Insisto en la definición de cristiano: aqeul que sigue a Cristo. Y si se sigue a Cristo entiendo que es para intentar ser como El (insisto, intentar).
Quien fue el primer mártir del Cristianismo? Entiendo que lo fue "con sentido", y que no discutimos eso.
Cómo definir ser mártir "con sentido"? Dar testimonio con tu vida por seguir a Cristo para mi tiene sentido (aunque, desgraciadamente, es probable yo no fuese capaz...).

Nacho dijo...

Cristo murió por nosotros; para rediminirnos del pecado y mostrar el valor del Amor supremo.
¿Cuántos martires con cinturones llenos de bombas han muerto y matado sin más sentido que la nada más absoluta?
¿Cuántos han convertido la soberbia ciega del desprecio en martirio o suicidio?
Y apretando más la tuerca: ¿qué hay del perdón y la culpa?; ¿qué hay de esas ofensas que debemos perdonar? Alguien, pues, nos ofende. He aquí, también un cristiano: sabe perdonar a quienes le ofenden sin por ello sentirse ni ofensor ni culpable.

Un fuerte abrazo

Nacho