sábado, 13 de marzo de 2010

Beatificaciones, canonizaciones y demás

En marzo de este año los medios de comunicación anunciaron que el proceso de beatificación del papa Juan Pablo II podría sufrir un retraso, al parecer por haber rechazado la comisión médica del Vaticano el milagro que lo elevaría a los altares, la curación de parkinson de una monja polaca.

¿Será menos santo JPII por este retraso? Leo que existen otros… 271!!! posibles milagros documentados, por lo que parece que todo es cuestión de tiempo… Escribo esta columna, como la mayor parte de ellas, desde el profundo desconocimiento. En este caso, de los procesos seguidos para las causas de beatificación. Por ello tengo el privilegio de poder analizarlas como un humilde miembro más de la iglesia. Seguramente mi percepción sea compartida por un gran número de católicos y, quien sabe, por muchos más, si llegasen a hacerse la pregunta… ¿será menos santo si no se lo reconoce el humano tribunal? ¿estará muy preocupado JPII, o el mismísimo San Pedro por esta contrariedad?

Entiendo que no, que en el cielo estarán tranquilos por este asunto. La dedicación, el esfuerzo, de JPII por sus hermanos, por nosotros, debería hacer intrascendente el que le coloquemos el adjetivo de santo de manera oficial. Aunque un sesudo tribunal tarde en darle esa categoría, nada impide que quien haya visto en JPII una relación especial con Dios, siga recordándole como cuando estaba entre nosotros. El día que se le considere santo, nada cambiará al respecto. Y si alguien no considera que su labor sea susceptible de alcanzar tal distinción –humana- pues no creo que tampoco les importe mucho en el cielo. ¡Qué manía tenemos de etiquetarlo todo! La comunidad de san Egidio canta todas las semanas “vosotros sois santos, porque yo soy santo, dice el señor” Todos tenemos vocación de santidad, que nos será reconocida en el cielo, no en la tierra. Y luego cantamos las letanías, una interminable relación de santos a los que pedimos recen con nosotros… Un poco contradictorio, si no fuese porque terminan con una petición a todos los santos de la ciudad, no solo a los reconocidos nominalmente como tales.

Me han convencido de una obviedad. Es imprescindible que conozcamos nuestros orígenes, a través de los grandes personajes de la historia de nuestra iglesia. Dado que han resucitado, nada debe impedir que hablemos con ellos, que les saludemos de vez en cuando. Pero de ahí a rezarles… y porque un tribunal haya decidido que unos son santos y otros no… Ellos nos enseñaron sus oraciones, su particular relación con Dios. Aprovechemos sus enseñanzas y huyamos de la idolatría y falsas adoraciones, generadoras de los negocios que Jesús expulsó de la explanada del templo. Hay grandes hombres y mujeres que no alcanzaron esta distinción, y que estoy seguro estarán tan cerca de Dios como los primeros. De ellos debemos aprender para conseguir hacer verdad la letra cantada por la comunidad de San Egidio.

No hay comentarios: