domingo, 11 de abril de 2010

Judas Iscariote

Durante el primer trimestre del año, nos heos desayunado casi cada día con diferentes casos de abusos y pederastia perpetrados por sacerdotes y aparentemente consentidos por sus obispos.

Terreno propicio para aquellos que hacen del anticlericarismo su razón de ser, abonado por la difícil respuesta, en tiempos y formas, de nuestra jerarquía. Los laicos, como hacemos en el resto de nuestra actividad en la sociedad civil, nos contentamos con observar el acoso y derribo al que se hayan sometidos nuestros jerarcas, si no permitimos que el trabajo de los acosadores drene nuestra ya de salida menguada confianza en los mismos.

Lo que nos jugamos en este envite no es la cabeza de uno o varios obispos. Estoy seguro de que los responsables actuarán en consecuencia, y que esta actuación no será espectacular, como demandan siempre los medios de comunicación. Como muchos, desconozco el porqué no se ha actuado con contundencia en el pasado, de manera que se hubieran evitado los lodos de hoy. Somos vasijas de barro, y los sacerdotes y obispos también, de eso no cabe duda. Pero se ha tratado de hacernos creer que no lo eran, y de ahí la sorpresa e indignación. La educación de los niños ha sido una de las grandes tareas asumidas por la Iglesia católica. Desconozco el porcentaje de satisfacción de esta ingente obra social, pero me atrevo a situarlo en cotas muy elevadas. Siendo dramático la existencia de estos casos, intolerables sin ningún género de dudas, parece cuando menos poco razonable que los ataques furibundos de los medios anticlericales pretendan poner en cuestión una historia de siglos, que continúa siendo terriblemente necesaria hoy.

Lo que nos jugamos es la presencia del mensaje de Jesús en nuestras sociedades. Nos declaramos cristianos por seguir a Cristo, y es obvio que entre sus primeros discípulos también había personajes corruptos. Incluso uno entre los doce le acompañó durante su vida pública, recibiendo incluso encargos importantes. ¿Sabía Jesús que era corrupto?

Judas jugo un papel importante en la muerte de Jesús. No les deseo su mismo final, aunque sí que sean capaces de actuar para remediar el mal hecho, primero a las víctimas, y luego a la Iglesia.En nuestra mano está que estos corruptos no lo jueguen en el deterioro de nuestra querida Iglesia.

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